
Psicología y Crianza, Familia y Relaciones
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7:27 am - abril 7, 2025
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La soledad en la crianza es algo curioso. Empiezas rodeada de ruido (llantos, juguetes sonoros, más llantos…), pero te das cuenta de que las conversaciones reales brillan por su ausencia. Y cuando eres la primera en tu grupo de amigas en tener hijos, ni siquiera puedes desahogarte con ellas porque, mientras tú luchas con un pañal fugado, ellas están en su segunda caña contando anécdotas del trabajo.
Lo peor no es que estés físicamente sola; lo peor es ese monólogo interno que te lleva a preguntas existenciales como: “¿Estoy haciendo esto bien? ¿Debería el peluche del conejo mirarme con tanto juicio?”
_Psicomamá_
Pero calma, que la soledad no siempre se queda para siempre. Con un poco de esfuerzo, puedes encontrar a personas que conviertan esas risas nerviosas en verdaderas carcajadas.
1. La soledad del pañal y el silencio sospechoso
Los primeros días (o meses) de la crianza pueden ser un torbellino de emociones… y de silencio incómodo. Claro, el bebé llora y hace ruidos adorables, pero la interacción adulta se convierte en un recuerdo lejano. Cuando tu única compañía durante el desayuno es el gorgojeo de tu bebé… puedes empezar a plantearte si la voz se deteriora por falta de uso.
Si a eso le sumas, como en mi caso, que eres la primera en tu grupo de amigas en tener hijos, y descubres que tus intentos de hablar de lactancia o cólicos acaban con un: “Ay, no sé cómo puedes hacerlo… Tenemos un brunch el sábado… ¿te vienes?” (Spoiler: no, no puedes).
2. El Poder de Compartir la Crianza: No Estás Sola, y Tampoco Deberías Estarlo
Tener un bebé no solo transforma tu rutina, tu sueño y tu capacidad de recordar qué día es, sino también la forma en que te relacionas con el mundo. En medio del caos, una de las claves para sobrevivir emocionalmente es la comunicación y el apoyo.
Y aunque hablar con peluches puede ser una estrategia válida (y hasta terapéutica), lo que realmente ayuda es tener una persona con quien compartir el viaje.
_Psicomamá_
Cuando el Equipo de Crianza Salva el Día
En mi caso, tengo la suerte de contar con Super papi-juntos, ese aliado que, entre pañales y noches interminables, me recordó que no estaba sola en esto. Su apoyo, su paciencia infinita y su habilidad para hacerme reír en los momentos más difíciles hicieron que la crianza no se sintiera como una travesía en solitario.
Pero aquí viene lo importante: el apoyo no tiene que venir solo de una pareja emocional. Puede ser una amistad, un familiar, una vecina con experiencia en maternidad o incluso alguien que encuentras en la fila del súper, con cara de haber pasado tres días sin dormir (spoiler: es tu tribu potencial).
3. Cómo me salvó la clase de pilates (y el sentido del humor)
A veces, la maternidad te obliga a encontrar conexiones en los lugares más insólitos. En mi caso, fue en una clase de pilates, donde encontré a mi «supercomadre». Entre ejercicios extraños y risas incontrolables, nos dimos cuenta de que nuestros bebés se llevaban apenas un mes y que ambas estábamos pasando la maternidad “solas”.
Esa clase no solo fortaleció músculos, también creó una amistad que años después sigue en pie, al igual que nuestros pequeños terremotos, que ahora son mejores amigos.
Así fue como comenzó la misión de construir una red de apoyo para esta maternidad, que no siempre me parecía muy agradecida. Primero fueron las reuniones con otras madres en la guarde, después en el cole… y ahora, mi vida social ya no depende de monólogos con juguetes, ¡sino de reuniones donde los niños se entretienen y los adultos conseguimos completar frases enteras y brindar de vez en cuando por nosotras!
4. No todas las conexiones son para siempre (y eso está bien)
Otra lección que aprendí, en este caso durante la pandemia, es que las conexiones también evolucionan. Conocí a una madre que estaba completamente aislada; me decía que no había hablado con un adulto en semanas. La incluí en mi grupo y compartimos grandes momentos.
Poco a poco empezó a crear su propia red, puede que más afín a sus ideas y creencias sobre la maternidad y aunque nuestras vidas tomaron caminos diferentes y nos distanciamos, esa relación fue crucial para ambas en ese momento.
A veces, las personas llegan a tu vida para llenar un vacío temporal, y eso no las hace menos valiosas.
_Psicomamá_
5. Cómo convertir la soledad en risas (y apoyo)
- 5.1. Lánzate al ruedo (aunque sea con miedo): Nunca subestimes el poder de una charla casual en el parque o en la fila del súper. Puede terminar en un café con risas incluidas.
- 5.2. Encuentra tu tribu: Únete a grupos locales, talleres o comunidades en línea. Evita a quienes compiten por ser la “Mejor Madre del Año”. Tu tribu debe ser un lugar seguro y real.
- 5.3. Acéptate como madre… y como persona: Disfruta de tu compañía. Una ducha larga o bailar en la cocina con un peluche como público puede hacer maravillas.
- 5.4. No tengas miedo de pedir ayuda: Un simple “¿te importa pasar por casa y charlar un rato?” puede marcar el inicio de algo grande. Y si la soledad pesa, busca apoyo profesional.
6. Reflexión Final: Criar y conectar, una risa a la vez
La crianza puede ser solitaria, pero no tiene por qué ser un viaje en solitario. Entre clases de pilates, charlas en el parque y pequeñas iniciativas valientes, podemos construir nuestras propias aldeas. Y cuando lo hacemos, no solo aliviamos nuestra propia carga, sino que también encontramos esas risas que hacen que todo compense.
Tal vez esa “supercomadre” esté esperando en el lugar más inesperado, lista para compartir un café y, quizás, su propia historia del conejo que también la juzga.
_Psicomamá_
¿Qué estrategias te han ayudado a combatir la soledad de la crianza? ¿Tienes alguna amistad especial que haya nacido en un momento inesperado? ¡Cuéntamelo en los comentarios y riámonos juntas!
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